Para entender bien lo que hacemos como fotógrafos es importante entender bien la relación entre fotografía y pintura, ya que se han marcado mutuamente. Hasta el punto de que, durante muchas décadas, la fotografía se ha definido casi siempre con la pintura en mente.
Esta entrada es apenas un pequeño resumen de un tema con una extensión que puede abarcar varios libros. Puesto que la influencia que tuvo la fotografía en el arte moderno fue inmensa.
La relación entre pintura y fotografía. Una pareja desde la cuna
Como seguramente ya sabes, la pintura existe desde mucho antes que la fotografía. Unos 45.000 años (o más, incluso) han pasado desde que los primeros humanos se dedicaron a hacer graffitis de animales en las paredes de una cueva. Puede incluso lo de hacer garabatos provenga de antes.
En cambio, la fotografía existe desde hace apenas unos 200 años. Su descubrimiento se sitúa en torno a 1824. Atribuido e Nicèpore Nièpce. Se presentó el invento ante la Academia de las Ciencias de Francia en 1839, con el nombre de Daguerrotipo. Ya que Louis Daguerre, quien perfeccionó el invento del primer francés que he mencionado, era una persona con cierto ego y quería que el invento perdurase con una nombre.
Como ocurre con todos los inventos (y si no que le pregunten a Nicola Tesla y Thomas Edison) normalmente para llegar a un importante cambio tecnológico como fue la fotografía, tiene que haber mucha más gente trabajando en ello. Y este fue el caso, por lo que en los primeros años de la fotografía, el número de técnicas que existían era bastante elevado.
Hasta este momento, por lo tanto, la manera más aproximada que tenía la sociedad de reproducir lo que veían sus ojos, era la pintura. Y la única manera de hacer copias de lo que se dibujaba eran las técnicas de grabado, sobre metal o madera.
En este punto de la historia, estaba también sucediendo una cosa relevante a nivel histórico. Cierto país, situado en cierta isla, dónde sus habitantes adoran el té, las apuestas, la puntualidad, a su reina y saltar desde balcones en Mallorca, había decidido que quería dedicarse a hacer mercancías muy rápido. Para lograrlo, apostó por utilizar máquinas de vapor, crear un nuevo invento llamado fábricas y una serie de novedades más (como conquistar países para obtener mercancías baratas) que se dieron en llamar Revolución Industrial.
En este contexto, lo de esperar que un pintor o ilustrador completase su trabajo empezó a volverse molesto. Además, un buen número de personas con tiempo libre (nobles y burgueses), como Nièpce, estaban ociosos, pero su talento no les alcanzaba como para convertirse en pintores.
Necesitaban algo que les echase un pequeño cable. Por lo que, se pusieron manos a la obra hasta encontrarlo.
La cámara oscura, esa desconocida clave en la relación entre pintura y fotografía
En este punto de nuestro pequeño viaje relacionando fotografía y pintura es importante que nos montemos en el DeLorean y viajemos atrás en el tiempo. Al origen de todo. Como no, este está en la Grecia Clásica.
¿Te suena el nombre de Aristóteles?
Este hombre, tan influyente en tantas cosas, también tiene un papel en el origen de la fotografía y, por supuesto, en todo lo que tiene que ver con el desarrollo artístico de Occidente.
Lo que hoy nos importa es que él (aunque probablemente, como siempre, haya más nombres en el meollo) descubrió un fenómeno curioso: Al entrar la luz en una habitación completamente oscura a través de un orificio pequeño, lo que está fuera se proyecta invertido en la pared contraria.
Un fenómeno al que se dio en llamar cámara oscura porque al principio se necesitaba de una habitación o pequeño cuarto donde hacer el proceso. Breve inciso: en latín, camera significaba habitación.
Parada en el Renacimiento y en la Visión Objetiva
El descubrimiento de Aristóteles quedó un poco en el olvido, como todo el mundo clásico, hasta que surgió el Renacimiento.
Durante la Edad Media la pintura y la arquitectura habían tenido relativamente poca importancia. Tratándose principalmente de imágenes planas sometidas a su posición en las iglesias. Eran más bien símbolos. De hecho, los cristianos ortodoxos lo llevaron al extremo de crear los iconos y los musulmanes directamente prohibían dibujar personas.
Pero, alrededor del siglo XII, a Flamencos (holandeses y belgas) e Italianos les dio por interesarse por el comercio internacional. Lo que derivó en la aparición de una nueva clase social, la burguesía, que se caracterizaba por poseer grandes fortunas.
Como el arte ha sido siempre un símbolo de status, parte de esas ingentes cantidades de dinero fueron a parar a los pintores de la época. En Flandes, sobre todo, lo que provocó la aparición del cuadro privado. Mientras, los italianos, eran más de pagar la decoración de iglesias para que sus vecinos pudieran envidiar lo píos que eran.
En este nuevo contexto, a algunos pintores, se les ocurrió la idea de que dibujar las cosas planas no era óptimo. Así que comenzaron a dotar a sus cuadros de intentos de ser tridimensionales, como en la vida misma. Claro que, tenían un pequeño problema: los cuadros son un plano.
Con el tiempo y los intentos, los pintores aprenderían a crear la ilusión espacial a través de lo que Leon Battista Alberti recopilaría como Leyes de la Perspectiva Científica.
En ella, la cámara oscura que había descubierto Aristóteles reaparición con fuerza. Al encerrarse dentro de ella, el pintor podía calcar fácilmente la realidad de fuera. Produciendo así su obra de manera muy realista. Se sabe qué pintores como Leonardo da Vinci la utilizaban en sus cuadros.
Claro que, llevar una habitación a todas partes con uno mismo era bastante engorroso. Por ese motivo, y gracias a la óptica, con el tiempo se consiguieron fabricar cámaras oscuras, pequeñas y portátiles, con las que se podían pintar muchas más cosas.
Se perfeccionaba así algo que (Gonzalez Flores, 2005) denominará como Visión Objetiva y que consiste en entender, en este caso, a la pintura como la reproducción realista y verdadera de la realidad tal cual se ve. (Lo que tiene ventajas como no pensar en que ideología o sistema de valores se esconde detrás de la obra de arte).
La Ilustración o cómo preparar la llegada de la fotografía
Desde el Renacimiento a mediados del siglo XVIII el tipo de pintura no varió sustancialmente. Alternó entre lo recargado del Barroco y lo más sobrio y realista del Renacimiento y el Neoclásico
La idea de visión realista y los temas no sufrieron excesivas variaciones y las técnicas se fueron perfeccionando más y más hasta prácticamente alcanzar los límites de lo posible en términos de realismo empleando el óleo.
Pero no todo iba a seguir así para siempre. Resulta que, como recordarás, en el siglo XVI un clérigo alemán se cansó de la hipocresía de la Iglesia católica y empezó lo que se conoce como la Reforma Protestante. A la cual, muchos príncipes y nobles del norte de Europa se sumaron gustosamente.
Así podrían mandar al Papa a freír espárragos o divorciarse de sus mujeres sin necesidad de cortarles la cabeza, previa acusación de traición.
Lo importante de todo esto es que una de las premisas principales de las nuevas iglesias protestantes era algo revolucionario: piensa por ti mismo. Esto permitió que alemanes y franceses empezaran a darle, y mucho, al coco.
Surgió así lo que se conoce como Ilustración, que duraría todo el siglo XVIII. En el arte, su equivalente, sería el Neoclasicismo. Pero lo más relevante es que popularizara una idea: racional y lo científico eran lo más valioso en el mundo.
Aunque a ciertos pintores y poetas no les acabó de convencer la idea y decidieron que iban a hacer lo que les viniese en gana. Estos serán los Románticos, y más adelante serán fundamentales.
Volvemos a dónde estábamos PARA RETOMAR LA RELACIÓN ENTRE FOTOGRAFÍA Y PINTURA
La ilustración propició la aparición de la Revolución Industrial. Las teorías de Hegel y otros filósofos crearían la noción de progreso (en la que todo siempre irá a mejor) y juntos crearon un nuevo pensamiento que sería casi religioso: el positivismo.
Con él, volvemos al 1824 y el nacimiento de la fotografía. Pues este fue en el contexto en el que se fraguó.
Como ya dije antes, era necesario una nueva manera de reproducir la realidad de manera fiable y que no dependiera de la mano humana (ya se sabe que los seres humanos fallan, y eso no era cool en plena revolución de las máquinas).
Así que a la gente como Nièpce se le ocurrió una idea brillante: tratar de fijar las imágenes que se producían a través de la cámara oscura de manera permanente. Así, se evitaba tener que dibujarlas y el nivel de realismo era el mismo.
Conseguirlo no fue sencillo. Para lograrlo, tuvo gran importancia un descubrimiento previo. Unos compuestos químicos de la plata, los haluros, al contacto con la luz se oxidaban volviéndose oscuros y sirviendo para reproducir la imagen.
Las primeras imágenes por este método eran muy poco nítidas. Daguerre se encargó de mejorar esto, fijándolas sobre planchas metálicas y así fue el prototipo que presentó. El nivel de detalle conseguido era muy alto. Por fin se podía reproducir exactamente la realidad sin intervención humana.
Por este motivo, el daguerrotipo se presentó en la Academia de las Ciencias y no en la Academia de las Artes.
Y ESTE ES UN DETALLE MUY IMPORTANTE
La fotografía, aunque tenía potencial artístico, inicialmente se planteó como un mecanismo científico que permitía captar de forma veraz y objetiva algo. Lo que la hacía perfecta para experimentos científicos.
Si bien, rápido la gente la empezó también a utilizar para fines artísticos. Concretamente, un inglés llamado Henry Fox Talbot creó poco después de Daguerre y Nièpce su propio sistema fotográfico. Conocido como calotipo.
Este cambiaba la plancha de metal por un papel bañado con las sales de plata (¿te suena?). Lo que obligaba a hacer un proceso más largo en el que con la cámara oscura se obtenía un negativo que después se positivaba por contacto. Un tipo de técnica que, a la larga, se convirtió en hegemónica por un motivo clave: del original se podían extraer un número infinito de copias iguales. Algo que, como mencioné ya, resonaba muy bien con las ideas de la Revolución Industrial y la producción en serie.
¡Las máquinas nos roban el trabajo! La guerra entre fotografía y pintura
En el momento en que apareció la fotografía, el trabajo principal de un pintor era el de retratar a personas o ilustrar diferentes tipos de escena. Utilizando las convenciones de la perspectiva y el conocimiento adquirido, se había llegado a un nivel técnico de un realismo bastante fiel y elevado.
Pero resultó que la fotografía (a pesar de ser en blanco y negro) era más real. Poco a poco, los pintores y dibujantes vieron como su cuota de mercado bajaba. La fotografía, gracias a las innovaciones (como el colodión húmedo y la copia negativo/positivo en papel) cada vez era más barata de hacer, mucho más rápida que pintar un cuadro y, encima, más fiel. Así, la relación entre fotografía y pintura en sus comienzos fue de enfrentamiento.
Aun por encima, un parisino llamado Disderi (muy emprendedor él) creó el primer estudio fotográfico y popularizó la carte de visite con lo que, prácticamente, toda la población podía tener un retrato suyo.
La pintura había perdido su función dentro de la sociedad. Ya no servía para reflejar la realidad ni para retratar a las pocas personas que se podían pagar un cuadro. La influencia de la fotografía en sus primeros años fué clave para la aparición de la pintura moderna.
Esto provocó la ira de unos cuantos pintores. Molestos por haber perdido su función. Otros, se pasaron a ella.
Por último, hubo un grupo de pintores que vieron este cambio no como algo negativo sino como una oportunidad. Ahora que la pintura no tenía por qué ser realista, se podían dedicar a otra cosa. Los primeros en aprovecharlo fueron Los Impresionistas quienes, liberados, sacaron los lienzos al exterior y comenzaron a pintar las impresiones de la luz en diferentes lugares. Sacudiendo por completo el mundo artístico y pictórico.
La relación entre fotografía y pintura a finales del siglo XIX y principios del xx
Llegamos entonces, al principio del siglo XX con el siguiente paradigma:
La fotografía se encarga de captar la realidad de manera objetiva y perfecta. Por lo tanto, no miente.
La pintura necesita encontrar un nuevo sitio, pues al estar creada por la mano humana no es tan real como la fotografía y ya no sirve para lo que antes.
Por lo tanto, la pintura se convierte puramente en Arte, dónde la creatividad y el genio del pintor son lo fundamental; pero la fotografía no lo es, se convierte en algo así como su hermana pequeña.
Pues, en estos primeros tiempos, los fotógrafos usan las referencias de la pintura para establecer sus temas y géneros: el paisaje, el bodegón y el retrato. Capturando las imágenes, pero no creándolas.
Unos años más adelante en el tiempo Walter Benjamin, hablaría de que la fotografía carece de aura. Eso es, del espíritu singular y único que la podría convertir en arte.
La pintura en busca de sí misma
En el siglo XX, ya liberada de la necesidad de ser real, la pintura inicia un nuevo camino. Lo que se conocerá como modernidad. En él, tal y como planteaba el crítico Greenberg, la pintura se criticará a sí misma y tratará de encontrar lo que es esencial a sí misma.
Aquí es cuándo necesitamos volver por un momento al Romanticismo. Pues fueron estos artistas los que configuraron la idea de lo que era creatividad, genio y realidad que poco a poco irían impregnando el espíritu moderno:
“La tarea del pintor moderno es una especie de gesta heroica y semi religiosa en contra de las convenciones, los lenguajes, los discursos, las ideologías, las instituciones y las historias. Solo importa la libertad de inventar a voluntad, de hacer lo que se quiera […] Así, la Pintura moderna se define a partir de un concepto de creatividad suma de la imaginación barroca y del genio romántico”. (González Flores, 2005)
Esta nueva búsqueda, sería la que haría posible la aparición de las vanguardias artísticas. En las que las convenciones de Visión Objetiva de las que hablamos anteriormente se desdibujan. Para explorar caminos que hasta entonces no se habían podido recorrer. Todo gracias a la relación entre fotografía y pintura que la liberaba de ser objetiva.
Este recorrido terminaría llevando a la pintura prácticamente al absurdo. Primero a través de la abstracción, que provocó que el público comenzase a cuestionar el talento mismo de los pintores. Lo que los obligó a buscar complejas justificaciones para lo que hacían como artistas y pintores. Así, el arte moderno fue evolucionando. El artista ahora tenía que ser teórico de su propia obra o movimiento artístico.
Lo que derivó en obras como los lienzos blancos de Malevich.
Posteriormente, Duchamp terminaría de poner el último clavo en el ataúd. Con sus ready-made, inauguró el arte conceptual que hoy está por todas partes. Ahora no importaba lo qué se hace, la obra física terminada. Lo esencial es el concepto que se encuentra por debajo de aquello que se hace.
Con ello, la pintura, por primera vez desde el Renacimiento, dejó de ser la punta de lanza del mundo artístico.
Y mientras tanto la fotografía…
Mientras que la pintura se descomponía a sí misma buscando su sitio en el nuevo siglo XX, la fotografía evolucionó a su manera.
Tras su nacimiento como dispositivo tecnológico, podemos decir que el mundo fotográfico se dividió en 2. En una división que llega todavía a nuestros días. Por un lado, estuvo su evolución como producto meramente comercial. El utilizado en tarjetas de visita, retratos, publicidad y, con ciertos matices, prensa. Por otro lado, estuvo la fotografía de aquellos que pretendían convertir a la fotografía en arte, y que han logrado su objetivo.
Los intentos de volver artística la fotografía empezaron pronto. Ya antes del comienzo del siglo XX, aparecieron los que se denominaría como pictorialistas. Fotógrafos como Julia Cameron que, en su intento de convertir a las imágenes en arte, comenzarán a intervenirlas. Buscando así, dotarlas de un sentido más artístico.
Entre los pictorialistas más importantes, aparecería en Nueva York en 1902 el grupo Photo Secession, organizado en torno a la figura de Edward Stieglitz, la revista Camera Work y la galería 291. Primera en la que la fotografía se expondría como arte.
Cómo vemos, en este punto, la relación entre fotografía y pintura seguía siendo la de “sumisión” de lo fotográfico a lo pictórico.
La reacción no tardaría en surgir. Al rededor de 1910, el propio Stieglitz decidió que la fotografía necesitaba encontrar su propio lenguaje y camino. Pensando que podía ser ella arte en sí misma.
Esto daría pie al nacimiento de nuevas concepciones fotográficas que en los Estados Unidos de América tendrían continuidad con las figuras del grupo F 64 y, sobre todo, con Ansel Adams. Una personalidad clave en la fotografía mundial.
Se constituirá así lo que se conoció como Fotografía Pura y que se puede caracterizar de la siguiente manera:
“Caracterizada por su falta de vínculos con otras tradiciones, la Fotografía Pura refuerza esa particularidad de la cultura estadounidense de aparentar haber salido de la nada. Pretende estar fuera de la historia y haberse construido no por tradición, sino por la fuerza de voluntad y trabajo de sus ciudadanos, quienes, inocentes, parecen empezar de la nada. En este sentido, la fotografía estadounidense se considera a sí misma producto de una experiencia esencial humana y no de una tradición o herencia cultural” (González Flores, 2005)
Esta concepción contrasta con la evolución fotográfica europea. Más vinculada a las vanguardias y, por lo tanto, más crítica consigo misma y su objetividad. No en vano, artistas como Man Ray o Moholy Nagy incorporan los fotomontajes y otras técnicas que incorporan a la fotografía como una herramienta más del artista moderno.
LA RELACIÓN ENTRE FOTOGRAFÍA Y PINTURA SEGÚN AVANZABA EL SIGLO XX
Durante la mayor parte del siglo XX, la visión de la fotografía que más popular se hizo fue la americana de la Fotografía Pura. La imagen fotográfica se vendió como objetiva y cándida. Al estar realizada por una máquina y no por un humano, no podía mentir.
Aun así, entre los teóricos continuó el debate. Pues, era necesario establecer bien la esencia de la fotografía si se la quería incorporar al mundo del arte. Aquí, los nombres de Benjamín, Susan Sontag, Roland Barthes o Vílem Flusser han sido los que han ido creando la concepción de qué es la fotografía y que es la fotografía artística.
Inicialmente, todos ellos buscaron definir la ontología de lo fotográfico. Cada uno a su manera. Aunque, probablemente, la definición más influyente haya sido la de Walter Benjamin en su ensayo La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica.
Se me hace complejo definir todas y cada una de las concepciones de estos autores con la profundidad necesaria. Además, la entrada está quedando ya demasiado larga, así que te invito a que investigues a estos autores por tu cuenta o que me dejes un comentario si quieres que haga otra entrada desarrollando más en profundidad el tema.
LA RELACIÓN ENTRE FOTOGRAFÍA Y PINTURA EN LA POSMODERNIDAD
Podemos decir que, muchos de estos autores, llegó un punto en el que comenzaron a dudar de la veracidad y candidez de la fotografía. Claro que ello, pasaría en la segunda mitad del siglo XX. Cuándo el estructuralismo y los traumas posteriores a la II Guerra Mundial y el contexto de Guerra Fría dieron, de algún modo, paso a lo que ahora conocemos como posmodernismo.
En su explicación más sencilla, se puso en cuestión por primera vez la noción de que a través de la ciencia la humanidad vaya a progresar eternamente (o incluso si eso es bueno, pues Auschwitz no deja de ser un ejemplo del progreso en las organizaciones de colectivos e instituciones de represión).
Esto generó también la duda y la sospecha de la misma objetividad de la fotografía.
Unido a las nuevas nociones artísticas surgidas a raíz de Duchamp, Warhol y el trabajo de los situacionistas franceses. La concepción objetiva de la fotografía quedó poco a poco descartada.
Algo que, paradójicamente, contribuyó a que la fotografía pudiese abrirse paso finalmente en los museos. Como un producto propio del arte conceptual. Pasando a entablar una relación de tú a tú con la pintura. La fotografía y la pintura, ahora ambas son meras técnicas o herramientas que el artista de la actualidad tiene a su disposición para llevar a cabo lo que es en verdad su obra de arte: el concepto o la idea.
Hoy estamos inmersos en ese contexto. En nuestro día a día la fotografía combina sus usos tradicionales de veracidad e ilusión. El uso que podemos ver mayoritariamente en Instagram, prensa y publicidad. Aun a pesar de que cada día son más los críticos que cuestionan y señalan la compleja construcción de este tipo de imágenes.
Junto a esta noción, la fotografía se ha convertido en una herramienta más del artista. Provocando el surgimiento de nuevas denominaciones cómo la de artista visual. Pasando así la relación entre fotografía y pintura a ser casi en igualdad de condiciones.
Del mismo modo, perviven todavía un inmenso número de fotógrafos realizando fotografías en torno a géneros clásicos. Cómo hago yo habitualmente en mi street photography.
Un contexto que, en mi opinión, tampoco va a tardar en ser totalmente sacudido en el momento en que la IA se democratice y popularice. Convirtiéndose en un medio mejor de crear obras de arte fáciles de reproducir que pueden afectar mucho al ilustrador y al diseñador gráfico. También al fotógrafo profesional. Pues, generan imágenes de altísima calidad, libres de copyright y sin tener que soportar a molestos seres humanos que se encargan de su diseño.
Con esto me despido por hoy. No sin antes recordarte que puedes seguirme en mis redes sociales
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